sábado, 2 de octubre de 2010

Bicentenario, la historia no autorizada.


En un lugar de Dolores de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía el padre de la patria Don Miguel Hidalgo y Costilla.

Aunque más bien lo pintan como abuelito, Miguelón –como le decían los conspiradores- era un sacerdote maduro, de ojos verdes y cabello largo y entrecano, quien un día sacudió su melena alborotada y dijo así:

-Viva la América, Viva Fernando VII y Viva la Virgencita de Guadalupe –que nunca falla entre la plebe- con lo cual dio inicio a su movimiento mal llamado independentista del 16 de septiembre de 1810.

Y digo mal llamado, porque originalmente su revuelta no era para independizarse de España si no porque estaban en desacuerdo con que Napoleón Bonaparte hubiera invadido a la Madre Patria y sacado del trono –del trono real se entiende- a Fernando VII.

También se sabe que a raíz de eso Fernando VII acuñó la famosa frase de: -pero sigo siendo el Rey- que más tarde haría famosa José Alfredo Jiménez.

Decía entonces que Hidalgo decidió iniciar junto con los conspiradores de Querétaro –que hoy serían llamados complotistas: Allende, Josefa Ortiz, Aldama y Abasolo-, un movimiento de apoyo a su Rey y en repudio a José Bonaparte –hermano de Napo y también llamado Pepe Botellas- quien había sido impuesto como su nuevo monarca afrancesado.

Al principio todo iba bien, todo fue victoria tras victoria contra los realistas –que no eran muy realistas al enfrentarse en menor número a los insurgentes- hasta que llegaron a las puertas mismas de la Capital donde todo se volvió confusión.

Por alguna extraña razón que todavía hoy se debate en programas de talk show, Hidalgo se negó a tomarla y dio lugar a muchos años de guerra adicionales.

Algunos dicen que fue por el smog –y que Hidalgo era asmático-, otros dicen que fue por el tráfico -ya que el Peje todavía no construía los segundos pisos- y otros afirman que fue porque no era militar y no sabía ni que carambas estaba haciendo y que solo era bueno para alborotar a la indiada -al menos eso dijo Allende.

También dijo que a Doña Josefa Ortiz le decían la Corregidora porque se la pasaba corrigiendo a su marido en público y que Morelos usaba pañuelo en la cabeza porque se estaba quedando calvo como Hidalgo.

Total que surgieron las diferencias y Allende tomó por su lado dando guerra un rato más y a Hidalgo le terminaron cortando la cabeza y colgándola de la Alhóndiga de Granaditas.

Sin embargo, el primero paso ya estaba dado y no habría vuelta atrás.

A la muerte de los primeros caudillos siguieron años de lucha encabezadas por José María Morelos, quien sí tenía talento militar y de quien Napoléon comentó: -con cinco Morelos conquistaría el Mundo-, de todas maneras la Iglesia lo declaró hereje y luego lo fusilaron.
Finalmente en 1821, Iturbide y Guerrero, decidieron que era mejor formar un nuevo país -ya que después de todo los que se estaban matando eran ellos- y aceptaron darse el abrazo de Acatempan en Guerrero.

De ahí se fueron a celebrar a las playas de Acapulco donde se dice que amanecieron otra vez abrazados y tirados en la arena con un barril de cerveza al lado.

Fue así como este movimiento de apoyo a la monarquía española que degeneró en lucha independentista terminó dando paso a un nuevo país; democrático, independiente, sin discriminación de clases y donde se respeta el estado de derecho, no como en esos tiempos.

Es por eso que celebramos el Bicentenario.