Pero hay serias inconsistencias en esta historia. Como en toda la Historia Oficial.
Los Aztecas jamás dominaron los vastos territorios que gobernaron los españoles, su reino se reducía a lo que sería quizá el 10% del territorio nacional. En el resto del páis estaban los Mayas en el Sur, los Purépechas en el Occidente y en sus mismas narices destacaron los señoríos independientes de los Tlaxcaltecas en Tlaxcala, los Huejotzingo en Puebla y los Meztitlan en Hidalgo. El resto del país era prácticamente tierra de nadie.
Así también, todos estos pueblos indígenas odiaban a los Aztecas y los veían como enemigos y saqueadores, no como sus padres y ni siquiera como sus hermanos; mejor xoloitzcuintle -decían. Además los consideraban crueles y despiadados con quienes sometían, exigiéndoles abusivos tributos y sacándoles el corazón en infames sacrificios humanos.
Sin embargo, por alguna extraña razón, cuando los derrotan los españoles se convierten de pronto en los buenos de la historia y en los dueños de todo el territorio nacional, incluyendo las Islas de Guadalupe y Revillagigedo.
Se olvidan que quienes sí lograron unificar a todos estos pueblos, primero para luchar contra los Aztecas y luego para darles a a todos el mismo territorio, la misma lengua, el mismo Cristo, la misma Tecnología y el mismo Gobierno, fueron los Españoles.
Es decir, ellos fundaron esta Nación, no la conquistaron. Porque México como lo conocemos actualmente no existía antes de los Españoles ni existiría si no hubieran llegado ellos. Seguramente usaríamos taparrabos y sacaríamos corazones humanos en honor a Huitxilopochtli o cosas peores.
Más aún, al gobernar estos territorios durante 300 años -lo que nadie hizo jamás- se ganaron el derecho a ser considerados Nuestros Ancestros y Padres de la Patria. Por lo consiguiente queda claro que nosotros somos hijos de los conquistadores, no de los conquistados, hijos de los vencedores no de los vencidos.
¿Dónde empezó la confusión entonces?
Pues cuando los Independentistas -después de 1810- en su afán de cortar con los españoles, pensaron que lo mejor sería darle una nueva identidad a la Nación y nada mejor que satanizar a la Madre Patria. De ahí ese interés en replantear nuestros orígenes y nuestra identidad nacional a la fuerza, por eso algo no encaja puesto que ya la mexicanidad estaba formada y solamente fué deformada, o peor aún diría yo, denigrada.
Otros países como Estados Unidos hicieron lo contrario, se independizaron de Inglaterra por ejemplo, pero nunca dejaron de reconocer que los Ingleses eran sus ancestros, no los apaches, ni los sioux ni los pieles rojas. Su bandera incluso lleva los mismos colores que la Bandera Inglesa, en tanto que en México cortamos toda relación con los colores de la Bandera Española roja y amarilla, y le pusimos un símbolo Azteca en el centro para dejar en claro que éramos hijos de los perdedores.
Por eso muchos mexicanos crecen con un gran complejo de inferioridad y le achacan a nuestro triste pasado todas nuestras desgracias nacionales -es un lugar común en nuestras conversaciones incluso- y todo porque se les recuerda constantemente que son hijos de los que perdieron, no de los que ganaron, pero eso no es verdad.
Somos hijos de los vencedores, no de los vencidos y algún día tendremos que recobrar nuestra verdadera identidad nacional.